jueves, 2 de junio de 2011

LA PERFECTA TAZA DE TÉ....SEGÚN GEORGE ORWELL





Buscando datos interesantes acerca del té, encontré este artículo escrito por el británico GEORGE ORWELL, el mismo de 1984 y REBELIÓN EN LA GRANJA. Se trata de un ensayo publicado en el Evening Standard el 12 de enero de 1946. (The Collected Essays, Journalism and Letters of George Orwell, Volumen 3, 1943-45, Penguin. Traducido por Manel Franquesa, subsubdirector de La Veritat, diario renacentista de Castelldefels.



Si buscas ‘té’ en el primer libro de cocina que cae en tus manos, seguramente no lo encontrarás; o a lo máximo hallarás un par de líneas con unas escuetas instrucciones que no contienen los puntos más importantes.

Hecho curioso, no sólo porque el té es uno de los productos más importantes de la civilización de este país, de Irlanda, Australia y Nueva Zelanda, sino porque su método de preparación es motivo de las más violentas disputas.

Cuando leo mis propias instrucciones para la taza perfecta de té, encuentro un mínimo de once puntos importantes. Dos de ellos son ampliamente aceptados, pero al menos cuatro son altamente controvertidos. He aquí mis propios once puntos, considerados por mí como reglas de oro:

Primero: Uno debería utilizar té de la India o de Ceilán. El té chino tiene sus virtudes que hoy en día no deben ser despreciadas -es barato, y se puede beber sin leche- pero no es muy estimulante. Uno no se siente más sabio, más bueno u optimista después de beberlo. Cualquiera que utiliza la frase “una buena taza de té” siempre se refiere al té de la India.

Segundo: El té debe prepararse en pequeñas cantidades, es decir, en una tetera. Un té preparado fuera de una urna siempre es insípido, que como el té del ejército, que se prepara en grandes cacerolas, sabe a grasa y detergente. La tetera debería estar hecha de porcelana china o barro cocido. Las teteras de plata o de porcelana británica producen un té de inferior calidad y otras teteras aún son peor. Sin embargo, las teteras de estaño no están tan mal.

Tercero: La tetera debe calentarse previamente. Es mejor hacerlo sobre una estufa de leña que llenándola de agua caliente.

Cuarto: El té debería ser fuerte. Para una tetera de un cuarto y si quieres llenarla hasta el borde, seis cucharadas de té deberían ser suficientes. En tiempos de racionamiento, esto no se puede hacer cada día de la semana, pero yo mantengo que una taza de té fuerte vale más que veinte tazas de té débil. Todos los amantes del té no sólo lo quieren fuerte, sino que cada año lo preparan más potente –un hecho que se reconoce con una ración extra para los pensionistas.
Quinto: El té debe colocarse directamente en la tetera. No utilices tamices, bolsas de tela u otros artefactos que aprisionan el té. En algunos países, el té se coloca en unas cestas colgantes para retener las hojas del té, que se supone son venenosas. En realidad, uno se puede tragar una considerable cantidad de hojas de té sin efectos secundarios. Si el té no está suelto dentro de la tetera, la infusión nunca es suficiente.

Sexto: Uno debe ir con la taza hasta la tetera, y no al revés. El agua debe hervir en el momento del impacto, lo cual significa que debe estar sobre el fuego un segundo antes de verterla en la tetera. Hay gente que afirma que sólo debería utilizarse agua recién hervida, pero yo personalmente no he notado diferencia alguna.

Séptimo: Hecho el té, uno debería removerlo o mejor mover la tetera y seguidamente dejar que las hojas se depositen en el fondo.

Octavo: Uno debería beberlo en una buena taza de desayuno –es decir, la típica taza cilíndrica alta y no la plana y poco honda. En la taza cilíndrica cabe más y el té no se enfría antes de llevarla a los labios, como ocurre con la taza ancha y baja.

Noveno: Uno debería retirar la crema de la leche antes de añadirla al té. La leche demasiado cremosa modifica el sabor del té.

Décimo: Uno debe verter primero el té en la taza. Este es el punto mas controvertido; de hecho, en todas las familias británicas hay dos escuelas sobre el tema. La escuela de “la leche primero” puede tener algunos argumentos de peso, pero yo sigo opinando que mi argumento es irrefutable: al poner primero el té y removiéndolo mientras se vierte la leche, uno puede ajustar exactamente la cantidad de leche. En el caso inverso, uno podría haber puesto demasiada leche.

Y por último: El té -excepto si se bebe al estilo ruso- debería beberse sin azúcar. Se muy bien que en este punto formo parte de la minoría. Pero ¿cómo puede un amante del té destruir su sabor metiendo azúcar? También se podría meter sal o pimienta… El té debe ser amargo, como la cerveza. Si lo endulzas, ya no sientes su sabor. Podrías crear un brebaje similar simplemente añadiendo azúcar a una taza de agua caliente…

Alguna gente te dirá que no les gusta el té en sí, que lo beben para calentarse o estimularse y que necesitan ponerle azúcar para eliminar el sabor del té. A esta gente equivocada, yo le digo: “intenta beber té sin azúcar durante un par de días y es muy improbable que vuelvas nunca a estropearlo añadiendo azúcar”.

Estos no son los únicos puntos de la controversia sobre cómo beber té, pero son suficientes para mostrar lo sofisticado que se ha vuelto este tema. También existe todo esta misteriosa etiqueta social que envuelve la taza de té (por ejemplo ¿por qué se considera una vulgaridad beber el té del platito de la taza?) y existe mucho escrito sobre el uso secundario de las hojas de té, como por ejemplo leer el futuro, la predicción de una eminente visita inesperada, alimento para los conejos, curar quemaduras y limpiar la alfombra. Lo importante es poner atención a detalles como calentar la tetera y utilizar agua que está hirviendo para conseguir estas veinte tazas de buen y fuerte té a partir de una ración de onzas…